Solo para mayores
Doce capítulos parte III
Mi contacto con la empresa es esporádico, filmo los acontecimientos sociales y a veces me piden fotos. Me refiero a la láctea, donde Fabián debía ofrecer un pequeño discurso en el transcurso de la fiesta aniversario de esta.
Días atrás, comiendo en un restaurant donde me citó e invitó, me habló de un romance o algo así, que si no fuera por quién lo contaba, no le hubiera dado el menor crédito.
Fabián, excitado como un chico, dibujó un rápido esbozo de la historia, que olía y sabía sabrosa desde donde se la mirara.
Hablamos bajito, entre plato y plato, copa y copa, se fue forjando un clima de hermandad conspirativa, que repasaba una y otra vez los acontecimientos pasados y los pasos a seguir. Él, ansioso, analizaba el comportamiento de Ornella desde que la conoció. Si bien por momentos pensaba en la intencionalidad de los actos de la tanita, como a veces la llamaba, al rato me decía que todo fue casual, y que por ahí era solo simpatía lo que ella sentía por él.
En principio me pareció lógico ese sentimiento ambiguo, y sentí que debíamos seguir indagando en el por qué de ese comportamiento. Seguramente, en la cita que habían convenido en la confitería “Las violetas”, donde yo debía servir de alcahuete, mi amigo tendría ocasión de resolver el intríngulis.
El pobre Fabián estaba totalmente entregado a la tanita, así es que buena parte de la sobremesa seguimos confabulando y dándole significados a los actos de Ornella.
Al día siguiente llamé a Clotilde, la mujer de Fabián, para decirle que teníamos reunión en el comité, no soy político, pero a veces colaboro con el partido, igual que mi amigo.
Arnaldo Zarza.
Continuará.
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