El libro...
...ese entretenimiento y fuente de saber que nos acompaña desde siempre, tuvo su origen en el momento justo que el ser humano sintió la necesidad de expresar sus sentimientos a través de símbolos pictóricos.
Las pinturas rupestres del hombre de la edad paleolítica son un ejemplo de como trasladar un pensamiento a un soporte, (las rocas), para recordar, recrear y compartirlo.
Mientras estas primitivas manifestaciones de arte y comunicación nacían en los albores de la civilización, más aquí en el tiempo, la necesidad de conservar y transmitir la cultura, hicieron posible la invención de los signos de escritura para perpetuar una idea sin tener que repetirla eternamente, como en los casos de la tradición oral, donde parte del contenido se perdía irremediablemente en la noche de los tiempos*. (“El Retorno de los Brujos” - Louis Pauwels & Jacques Bergier.)
En los comienzo se escribió sobre rocas, piedras, madera, cortezas de árboles, cueros y vaya uno a saber qué otras cosas.
Loa asirios y sumerios, unos 3000 años a. C. usaron arcilla como soporte de su escritura “cuneiforme”, llamada así por sus estructuras en forma de cuña.
En la China, escribieron sobre la seda, en la India sobre hojas secas de palma.
El pergamino, material hecho de la piel de oveja, cabra, vacuno, o similar, ya se lo conocía unos 1500 años a. C.
En la antigua Roma su uso se hizo intensivo.
En un principio, el pergamino consistía en una tira enrollada de dicha piel, cubierto de signos de escritura, como nos muestran en las películas ambientadas en esas épocas.
Tiempo después, en Roma, lo cortaron en trozos, lo plegaron y los llamaron “quaterniones”, (cuadernos).
El papiro fue otro de los soportes para la escritura; elaborado a base de una planta acuática del mismo nombre que abunda en el río Nilo, y pariente cercano del moderno papel.
En el Egipto de los Faraones su uso fue habitual.
Estos soportes, donde en tiempos pretéritos se guardaban parte del conocimiento de la humanidad, eran escasos y costosos, pues estaban escritos a mano sobre superficies poco amables para dicho fin y, en el caso de los pergaminos, no solo había que liquidar la oveja, cabra, u otra desdichada criatura, sino que tratar el cuero resultante para sacarle los pelos y dejarlo apto para que el monje de turno, bajo celosa vigilancia, dibujara los caracteres en él.
Por fin... años y siglos de por medio, los chinos, en el doscientos y pico de nuestro calendario parece que inventaron el papel.
En el 615 se introdujo en Japón, luego lo conocieron los Árabes, y recién en el siglo X de la era cristiana llegó a Europa.
Es sabido que en la edad antigua y media predominó el analfabetismo y por ende la ignorancia. No hay que escarbar demasiado para concluir que mucho de esto se debió a que las ideas de los hombres brillantes de entonces no tenían adecuada circulación, salvo para unos pocos privilegiados que tuvieron acceso a los escritos guardados y copiados en monasterios y bibliotecas de algunas grandes ciudades, como la de Bizancio, Alejandría, o Pérgamo.
Así es que, si alguna persona que no perteneciera a los rangos sociales más relevantes tenía deseos de cultivarse, estaba en un problema.
En noble no se podía convertir por razones obvias, en rico mercader... difícil, ¿tal vez en monje? Y... puede que esa fuera la clave para un alma inquieta y ávida de conocimientos. Pero, tampoco ese camino fue fácil ni seguro, aunque, dicen que “sarna con gusto no pica”, y de esta manera, con curiosidad, audacia, y algo de inteligencia, el conocimiento, de a poco, lentamente, se fue instalando en el común de los mortales.
Aunque para para ello bebieron pasar otra punta de siglos, para, entre otras cosas, sortear el oscurantismo de la edad media, el racismo, la intolerancia y necedades varias respecto al rol y a la capacidad intelectual de la mujer.
Falta, pero andamos...
Y como decía, por fin llegó el papel de la mano de los chinos.
Con el papel la historia de la comunicación da un giro radical pero no masivo.
Ya no sería tan difícil y caro crear un escrito, solo era cuestión de tiempo y esfuerzo... y tiempo sobraba.
Aranaldo Zarza
Próxima entrega: Gutemberg: Llega la imprenta.
Luego: El lector digital, o la llamada tinta electrónica.