Parte V
Dentro de la casa, el rumor intermitente de la lluvia era quebrado de vez en cuando por el rugir de los truenos. La luz blanquecina de los relámpagos se filtraban por los ventanales del gran living, pintando, con su fantasmal presencia, muebles, cuadros, estatuas, sillones y lo que se le pusiera delante.
Verónica subió lentamente por la vieja escalera de madera que comunicaba con los dormitorios de la planta superior. Se tomaría un baño de inmersión y pensaría cómo organizar la noche.
Manu no podía venir, y ella no tenía ganas de estar sola. Quería divertirse. llamaría a las chicas, pediría unas pizzas, verían alguna película, o simplemente conversarían toda la noche.
Julián, sucio y sudoroso, prefirió ver algo de televisión antes de darse el baño correspondiente. Lo haría más tarde, pensó, si tenía ganas. Quería disfrutar a su manera el fin de semana, hacer lo que se le antojase, lo que le estaba prohibido en colegio de pupilos donde pasaba la mayor parte de su existencia, y evadir las reglas de la casa. Por suerte hoy no tenía controles, no estaban mamá Carmen ni Juana para regañarlo. A verónica simplemente la ignoraría, y punto.
Con su hermana mayor no era que se llevaran mal, es más, por momentos la pasaban bien juntos, jugaban y se divertían a lo grande, pero, Vero era muy cambiante, como toda mujer, según él, y lo que era bárbaro durante toda la tarde, de golpe, el mismo juego o la misma broma la aburría o ponía de mal humor.
Julián no se daba cuenta que su hermana, debido a su edad, tenía otras necesidades diferentes a la suya.
Verónica hablaba por teléfono con la séptima y última de sus invitadas a pasar la noche con ella. Era su mejor amiga, y dejó para el final su llamada porque de lo contrario no le habría alcanzado el tiempo para hablar con las demás. Mónica era charlatana como ella, y a veces hablaban horas sin darse cuenta.
El agua del Jacuzzi del baño de sus padres estaba tibia, espectacular. Afuera, la lluvia seguía azotando la fachada del edificio y doblando los árboles de los alrededores.
- No me falles.- Le dijo y cortó. Sabía que Moni vendría así se hiciera añicos el mundo, siempre se decían así: no me falles, era como un juego.
Se quedó en el agua unos minutos sin decidirse a salir, pensando en su amiga, con quién tenían un pacto de eterna amistad; que nada ni nadie nunca lo podría torcer, y en Manu, el chico que la había conquistado por ser diferente a todos los demás.
Finalmente se decidió a salir de la pileta, y cuando se secaba escuchó a Julián moverse por el baño , pegado al jacuzzi, o por la habitación de sus padres, no estaba segura. Se envolvió en el toallón y fue a mirarse al espejo. caminó unos pocos pasos para ponerse frente a él.
Seguramente Julián también querría usar el jacuzzi.
-Julián... Julián.-Llamó Verónica. No hubo respuesta.
-¿Julián?
Una carcajada fue lo que escuchó en respuesta, una risa desagradable cortada a medias por un trueno que hizo temblar los perfumes y objetos de vidrio de las repisas.
-Este pendejo... Julián, no seas boludo, andate que estoy desnuda.
Fue cuando miró el espejo. Lo que vio no duró más de un segundo, el suficiente como para ver con claridad la imagen reflejada en él.
Su cuerpo desnudo tenía por rostro el de una vieja horrible.
Se le heló la sangre... Gritó. No fue un grito desgarrador, apenas un gritito. No le salió otra cosa.
Temblaba.
Le castañeaban los dientes.
Tenía los ojos cerrados, los había cerrado instintivamente.
Unos segundos después los abrió con cuidado, como si pidiera permiso para hacerlo. Y allí estaba, normal, con el toallón ceñido al cuerpo, con su misma cara de siempre, como si no hubiera pasado nada.
Arnaldo Zarza
Continuará.