A diez años de su internación
Aula magna de la universidad de
Gosena
Decíamos
ayer, que en un rincón lejano del tiempo se arrincona la vida, que en
definitiva, no es más que un recuerdo borroso del tiempo.
También
decíamos, que el único misterio de la vida, es el tiempo.
Y que el
único misterio del tiempo, es la vida.
Assur de Eridú,
investigador de lo inexistente, habría medido la velocidad del tiempo en una
cueva de la Mesopotamia en el verano de 1903, también, habría logrado detenerlo.
No está
corroborado el acontecimiento, aunque, dicen sus discípulos, que el maestro
desapareció en el momento que congeló el tiempo.
Nueve años
más tarde, sus siete colaboradores desaparecieron sin dejar rastro. Las
autoridades de Taured,
tal vez por pereza, no mostraron gran interés en investigar el caso.
Gamal al
Merel, el último de los predicadores de la teoría del tiempo, alumno dilecto de
Assur de Eridú, dijo antes de evaporarse a las puertas de la vieja cueva
derruida, donde había desaparecido su maestro años atrás; “en el punto cero de
la velocidad del tiempo está el secreto. Allí convergen todos los puntos del
universo, allí está todo y nada al mismo tiempo. Es el punto de la eternidad,
el sitio de dónde venimos y adónde vamos.”
HughEverett interpretó, de una borrosa traducción del hebreo, hallada en la
biblioteca de Boston, que Assur habría saltado a un universo alternativo, tal
vez, al detener el tiempo.
Por último…
No parece descabellado suponer que Assur de Eridú lograra, no solo descifrar la
velocidad del tiempo, sino detenerlo, y en esa instancia, englobar el Aleph como
un mirador privilegiado.
Hasta el
martes.
Arnaldo Zarza
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