lunes, 11 de octubre de 2010

Exsilium tu miser animus Zabulus

              La mansión satánica
                        Capítulo XI

Las velas de resplandor rojizo prestaban su escasa luz a los ritos ceremoniales de Ramón y Juana. 
Las delgadas volutas de humo desprendidas por los pabilos incandescentes, mechaban con destellos saltarines la nube grisácea de incienso derramada por los braserillos.
El living se pobló de niebla, invocaciones y súplicas.  
Cuando Juana y Ramón, mojados y magullados, se encontraron en el porche de la casa minutos después de salvar milagrosamente sus vidas, solo atinaron contemplarse, un buen rato, sin pronunciar palabras. Él, con ternura, le acarició el rostro con su mano de dedos callosos, haciendo a un lado el pelo revuelto manchado de sangre. Bastó esa comunión de roces y miradas para expresar lo que no dijeron con palabras. 
Desgraciadamente no había tiempo que perder ni tiempo para los sentimientos, debían poner manos a la obra inmediatamente, y así lo hicieron. No tardaron en prender las velas, ordenar los objetos rituales, quemar el incienso y calzarse los hábitos.   
Vade retro satanás, toocul domun lavelevu, Exsilium tu miser animus Zabulus, fueron las primeras palabras dichas en medio del vendaval, iniciando así  la verdadera batalla.  
La ceremonia fue creciendo en intensidad y también la tormenta, como si tratara de evitar la conjura contra el maligno.


Las ventanas y puertas de la vivienda gemían ante los tremendos embates que intentaban arrancarlas de cuajo, mientras los Leguizamón seguían concentrados en su tarea de cánticos y ruegos.
Absortos en el ritual, bajo la tenue luz de las velas, los caseros de los Ferguson, devenidos en sacerdotes, no notaron el corte de energía eléctrica que afectaba a la propiedad, y tampoco al gigante de botas de goma amarillas que se dirigía a la casa con un machete en la mano.  




Arnaldo Zarza
Próximamente: Homenaje a "La guerra gaucha"
El film de Lucas Demare.