jueves, 21 de octubre de 2010

Ley de MURPHY, la ley primera.

       Ley de Murphy, no de López…
El domingo, desenredando el alargue del cable de la cortadora de césped, poco después del desayuno, donde partí dos o tres galletitas de agua intentando untarlas con manteca, y cuando finalmente logré mi objetivo y se me escurrió de las manos para caer en el piso del lado de la manteca, como corresponde, recordé la invariable contundencia de la ley de MURPHY.

El señor Edward A. Murphy Jr., ingeniero que trabajó para la fuerza aérea de los Estados Unidos a finales de los años cuarenta, observó en esos ya lejanos días, “que algo debe salir mal en algún momento de una acción”.  Y la cosa es así, sin vueltas ni perdón, sin respetar edades, sexo, ni condición social, como el moco*. (*Artículo anterior del BLOG).
Dicen que durante un experimento realizado en la base aérea Edwars, destinado a probar la resistencia humana a las fuerzas G, (gravedad), durante una desaceleración rápida, los instrumentos de medición electrónica instalados en el cuerpo de un chimpancé dieron cero de aceleración durante la prueba. Después se supo que esto se debió a un mal cableado por parte de un ayudante de Murphy. Supuestamente fue ahí cuando Murphy dijo «Si esa persona tiene una forma de cometer un error, lo hará», o tal vez, «Si puede ocurrir, ocurrirá», aunque hay varias versiones de lo que dijo y cómo lo dijo, el caso es que la pequeña frase resultó ser un gran paso para la observación de los pequeños y grandes desastres a los que estamos predestinados a sufrir.
También se puede deducir de este pequeño informe, que la ley de MURPHY, no es una ley, pues su cumplimiento es totalmente aleatorio, y en general de interpretación personal, pero como dicen de las brujas, que las hay, las hay.
Ya desayunado, pongo en marcha la cortadora, pequeña explosión, salta la térmica, debo arreglar el enchufe del cable, la semana anterior había andado lo más bien el maldito alargue, se me hace tarde, tengo que cortar el pasto y preparar el fuego para el asado, es el día de la madre y vienen mis cuñados/as a comer, mierda... tendría que haberlo cortado ayer, como me dijo Ali, pero bueno, ya está, arrancó la máquina. Sin más inconvenientes que pisar una cagada de gato, desparramar otra con la cortadora y cambiar la tanza de la bordeadora enredada con raíces, traigo el carbón. Tal vez fue el apuro, no sé, pero la bolsa se rompió y el carbón cayó sobre las baldosas recién baldeadas, no por mí… Bueno, después todo anduvo razonablemente bien, salvo las mejores fotos fuera de foco.
Hay incidentes atribuibles a la torpeza, el apuro, la falta de conocimiento o a las leyes de la física, y hay otros que  parecen conspirar en nuestra contra por el solo hecho de molestar. Seguramente todos y cada uno de ellos tiene una explicación racional, o tal vez lo tendrá algún día, pero para cada sufriente de estos percances de la vida cotidiana, hay veces que estos trastornos más se asemejan a un hechizo que a causas naturales.
Yo, por ejemplo, tengo este destino inevitable de dicha ley; al llegar a una caja de supermercado, una vez hecha la cola de diez o más personas y próximo al cajero salvador, se termina el rollo de la máquina registradora, o al sujeto a quien cobran en ese momento le rechazan la tarjeta de crédito, o se olvidó de pesar algo, o… Ya casi estoy resignado.

¿No te ha pasado de esperar vanamente un colectivo, y ya cansada/do, vas a la parada próxima a tomar otro, y, a mitad de camino llega el que esperabas y el otro?



¿Y cuándo llaman por teléfono y hay que anotar algo, funciona el bolígrafo que escribía lo más bien un rato antes?

¿Y la computadora, este artefacto que hace y deshace nuestras vidas cuando y como se le antoja?
La computadora en sí es un aparato misterioso y creo que valdrá la pena tratarla más profundamente en otra ocasión. Pero sin entrar en detalles como el WINDOWS y otros males necesarios, la “COMPU” es un ente que no siempre repite la misma acción al mismo pedido, y pareciera que cobra vida propia en momentos clave de nuestras vidas, y no precisamente para hacernos un bien.
¿Quién no tiene encima el recuerdo de pequeñeces tontas que nos complican más o menos la vida a cada instante?

¿Por qué entre tantas baldosas de la calle tengo que pisar la floja que moja mis tobillos?
¿Por qué hay aparatos que solamente andan cuando se les antoja?





¿Por qué se corta la luz antes de salvar un texto o una edición en el PREMIERE, por qué el día que decidí sacarle la batería a la NOTEBOOK?
¿Por qué no andaba la licuadora hace unos minutos, y cuando pedí auxilio, tocaron el mismo botón que yo había re-toqueteado y el aparato licuó tranquilamente la banana con leche?
¿Es necesario que se te caiga al subir al colectivo los diez centavos que completan el monto del pasaje?
¿Por qué nos toca la misma película cuando vamos y volvemos de un viaje? Me pasó con “Mi casamiento Griego”, que para la ida estuvo bueno, pero al volver… Hummmm, encima no tenía sueño.
Y así hay miles de preguntas y otras tantas respuestas que nunca terminan de satisfacer.
Me pregunto, ¿dónde van a parar las medias del par que no encontramos por ningún sitio?, ¿habrá algún arcón secreto del espacio-tiempo que las chupa por el mero hecho de reírse de nosotros, cuidando que siempre quede una de muestra?
Como final les dejo un comentario sobre anécdotas de la ley de MURPHY que leí en un BLOG y me pareció simpático. Lo escribió alguien, no es ficción.
Sic.
-El día que estás solo en casa y quieres hacerte una pajilla te cortan el hinternec.
                                                            Arnaldo Zarza
Próximamente: Homenaje a "La guerra gaucha"
El film de Lucas Demare.
y La mansión satánica: capítulo XII