lunes, 24 de enero de 2011

Desde Chapadmalal, enero del 2011.

Chapadmalal, para quién no lo conoce, es un pintoresco pueblito de la costa Bonaerense, ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Mar del Plata. 
Tranquilo, de calles rústicas, 
algunas cubiertas de un colchón de pasto recién cortado que dan ganas de mirar eternamente, como si fueran cuadros. 

También dan ganas de corretear sobre él, o revolcarse en su mullida alfombra. 
Sin vida nocturna, y con los negocios estrictamente necesarios para subsistir, 
adquiere ese aire campestre que difícilmente se encuentre en sitios de veraneo.
También tiene playas de inusual belleza, 
bordeadas por acantilados que parecen proteger a  los que se bañan y toman sol bajo su custodia. 
Su particular clima, cambiante como el de un niño travieso, hace que las lluvias cortas, inesperadas, y los vientos frescos de la noche, 
den un respiro al caluroso día de playa.  
Chapadmalal es un sitio mágico, de campos verdes salpicados de de florecillas amarillas y aroma a eucaliptos. De noches claras, diáfanas, y de tantas estrellas como puedas imaginar. 
Un lugar para pensar... o no pensar, 
descansar y reponer fuerzas en alguna de las casitas de las colinas, 
o más acá, cerca del mar.
Y transitar sus caminos de tierra dura hechos al andar, charlar, relajarse, cultivar la amistad, comer, empacharse de aire puro, desconectarse del mundo exterior, tomar algún vinillo, o lo que gustes... 
Y dedicarle un tiempo a enriquecer el amor.
Y dormir, dormir con ganas para despertar como un hombre* nuevo. 
Es aquí, en este pueblo de playas generosas... 
y campos que invitan a caminar por sus sinuosos caminitos, disfrutando de la naturaleza, es donde paso mis vacaciones desde hace muchos años... 
probablemente les guste.
*Hombre en sentido genérico, Mujer/varón
                Arnaldo Zarza.