martes, 19 de abril de 2011

El hombre inmortal



                          
  -Monólogo teatral-
         Sé que soy eterno.
               Me llevó medio siglo darme cuenta. 
No fue este tema el que me condujo a plantear la necesidad de conocer algo más de lo poco que sabía de la naturaleza, y de mí mismo. 
Corrían los  tramos finales de la escuela secundaria cuando empezaron a incubarse las ideas que ayudaron a evaporar los últimos vestigios de mi niñez, trocando el estado de gracia por una incipiente curiosidad dirigida a temas que poco antes habían permanecido inadvertidos a mí existencia, originando cambios en mis gustos y costumbres. Seguramente influyeron en ellas las clases de filosofía del profesor Ordóñez, y las maratónicas discusiones en el café de San Juan y Deán Funes con Robledito, mi amigo, compañero de banco y parrandas. Así como el fallecimiento de este en un accidente tan estúpido como innecesario. Sin lugar a dudas, este acontecimiento fue el detonante por el cual empecé a reflexionar sobre el sentido de la vida, y que papel jugaba yo en  ese complejo andamiaje. 
Dolorosamente me fui adaptando a la nueva rutina, esa a la que ya no pertenecía mi viejo amigo. 
El café de la calle San Juan solo existía en mi memoria, y las actividades que había heredado de mi vida anterior ya no tenían el sabor de entonces. 
Fueron tiempos duros, tiempos de reclusión, sin rumbo, sin esperanzas. 
Pero todo pasa, y casi sin darme cuenta volvió la curiosidad por lo incomprensible,  la llama que motivaba el deseo de conocer la naturaleza de mi existencia. Fue el inicio de una aventura que se deslizaría año a año por arduos e intrincados caminos conducentes a descifrar los orígenes de la vida.  
Tiempos de meditación y entusiasmo, de preguntas y respuestas que moldearían al adulto en ciernes. 
¿Es cierto que sólo somos un conjunto de diminutas partículas de energía que vagan en medio de la nada?  ¿Por qué una persona es mala y otra no, por qué existen las enfermedades, por qué nos morimos, por qué un niño? 
¿Por qué Robledito?
¿Qué de cierto hay en los que dicen que existen los fantasmas, los milagros, y la vida después de la muerte? ¿Y qué de cierto hay en que después de la muerte solo quedan los que la ven de afuera? ¿Que somos? ¿Que soy? ¿Cuál es el fin último de nuestra existencia? 
Era joven, y pensaba con entusiasmo resolver algunos de los enigmas que el mundo no había resuelto. Suponía que alguno de estos misterios podían ser explicados por las ciencias tradicionales con un grado de aproximación suficiente como para brindar una clara comprensión del problema. 
Otros, como el de la creación, requerían de un tipo de investigación diferente. A ellos dediqué mi tiempo y atención. 
                                           NOTA:
               Lo que resta del monólogo se puede leer bajando el archivo PDF con este enlace.
                              http://es.scribd.com/doc/67483144 

Arnaldo Zarza