jueves, 8 de diciembre de 2011

Anfiteatro

A unos 50 kilómetros de Cafayate, famosa por su vino “torrontés”, 


vino blanco de excelente  sabor frutado, y según dicen, único en el mundo, 
yendo por la ruta 68 hacia en noreste, se encuentra uno de los sitios emblemáticos del recorrido por los “Valles Calchaquíes”; 
                      “El anfiteatro”
       ¿Templo, teatro de acústica increíble?
Si sorprende los caprichos de la naturaleza al moldear valles y montañas que corren a los costados de la sinuosa ruta que une a Salta Capital con la ciudad de Cafayate, seguramente este hachazo al corazón de la cordillera dejará huellas profundas en el visitante; viera lo que viese con anterioridad.
El tajo, mirado a la distancia, que corta verticalmente al imponente macizo, apenas si deja vislumbrar lo que develará su interior a poco de entrar.
¿Caverna, catedral, teatro, auditorio? son alguna de las imágenes que puede asociar la mente al observar las paredes de granito esculpidas con el cincel de los tiempos, subiendo perezosas en círculos concéntricos  hasta casi tocar el cielo. 
Y cuando se hace realidad los comentarios previos del guía; fantasear que se está en la sala de conciertos de un mundo fantástico, no parece ser algo descabellado.
-Vaya hasta el fondo y hable, o cante, no hace falta que lo haga fuerte.- Nos dijo el guía. 
Fue Alicia; 
la voz que me llegó parecía ocupar todos y cada uno de los mil pliegues de las rugosas paredes, escuché sus palabras como si ella estuviera a mi lado y al mismo tiempo en cualquier lugar del espacio circundante.
Tal vez el hecho de encontrarnos dentro de esa bóveda de acústica excepcional, incrustada en las entrañas del macizo montañoso, ayudó a que la imaginación hiciera su trabajo extra. 
Seguramente no todos los visitantes tendrán las mismas emociones y percepciones que comento, si no fuera así, que aburrido sería todo, ¿no?


Escuché decir que estar solo en este sitio, cuando se pone el sol, puede llegar a ser una experiencia espiritual extraordinaria...








Al rato llagaron turistas, y más turistas, como nosotros, fue cuando la flauta y guitarra de los juglares asentados allí,  


regaron con su alegre tonadilla todos y cada uno de los recovecos de “El Anfiteatro”
Al rato nos fuimos, con la esperanza de llegar primeros y disfrutar a solas, por unos minutos, la próxima parada.
          “La Garaganta del diablo”
       Perdón... no olviden probar las tortillas con queso.
                                                             Arnaldo Zarza


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