martes, 29 de octubre de 2019

Natalio Cárdenas




 A diez años de su internación


Aula magna de la universidad de Gosena
Decíamos ayer, que en un rincón lejano del tiempo se arrincona la vida, que en definitiva, no es más que un recuerdo borroso del tiempo.
También decíamos, que el único misterio de la vida, es el tiempo.
Y que el único misterio del tiempo, es la vida.
Assur de Eridú, investigador de lo inexistente, habría medido la velocidad del tiempo en una cueva de la Mesopotamia en el verano de 1903, también, habría logrado detenerlo.
No está corroborado el acontecimiento, aunque, dicen sus discípulos, que el maestro desapareció en el momento que congeló el tiempo.
Nueve años más tarde, sus siete colaboradores desaparecieron sin dejar rastro. Las autoridades de Taured, tal vez por pereza, no mostraron gran interés en investigar el caso.  
Gamal al Merel, el último de los predicadores de la teoría del tiempo, alumno dilecto de Assur de Eridú, dijo antes de evaporarse a las puertas de la vieja cueva derruida, donde había desaparecido su maestro años atrás; “en el punto cero de la velocidad del tiempo está el secreto. Allí convergen todos los puntos del universo, allí está todo y nada al mismo tiempo. Es el punto de la eternidad, el sitio de dónde venimos y adónde vamos.”  
HughEverett interpretó, de una borrosa traducción del hebreo, hallada en la biblioteca de Boston, que Assur habría saltado a un universo alternativo, tal vez, al detener el tiempo.
Por último… No parece descabellado suponer que Assur de Eridú lograra, no solo descifrar la velocidad del tiempo, sino detenerlo, y en esa instancia, englobar el Aleph como un mirador privilegiado.
Hasta el martes.  
Arnaldo Zarza

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