miércoles, 28 de julio de 2010

"Unos pocos días de primavera"


                                             Solo para mayores
Doce capítulos          Parte VII



La conocí en la cena, yo estaba ocupado sacando fotos y filmando el evento, igualmente, entre plato y plato pasé un buen rato con ellos.
Era linda, sí. No una belleza, pero tenía gracia y dos tetas impresionantes, como bien las había descripto mi amigo. ¿Qué más se podía pedir? Amable, culta, y con una tonadilla italiana que daba gusto oírla. Al rato hablábamos como grandes amigos, los tres. No había que ser un gran observador para notar que coqueteaba con mi amigo, aunque en ocasiones, como una veleta, también lo hacía con algún otro varón que tuviera a mano. Lo hacía sin recato, y hasta parecía que con inocencia, como me había dicho oportunamente Fabián. Sin dudas pertenecía a la clase de mujeres peligrosas para el macho que desea llevar una vida sin sobresaltos. Con el tiempo comprendí que su naturaleza era inclasificable, ni buena ni mala, por consiguiente, había que tomarla o dejarla, sin medias tintas.
Después de una ronda de fotos Fabián me dice al oído, cuando ella fue al baño.
-Me invitó a comer tallarines al departamento, va a cocinar para mí.
Casi le tuve envidia. Pensándolo bien, creo que debería sacar el casi. Pero era mi amigo, y lo alenté. Pensé en el bailaor de flamenco, y no dije nada, me pareció de mal gusto. Fue él quien lo mencionó.
-Espero que no se aparezca el galleguete, se puede armar la podrida.-Lo dijo belicoso.
Volvió de la toilette y se puso a contar de sus años de estudiante en España, y su amistad con Manuel, al que Fabián llamaba despectivamente galleguete. Y Juanito, como bien había supuesto mi amigo, se dedicaba al arte flamenco. Hacía tres años que había probado suerte en estas playas, y desde entonces comía seguido, y hasta se podía decir que tenía un moderado éxito en “Michelangelo”.
Habían tenido una pequeña aventura, dijo, pero esa historia pertenecía al pasado, ahora solo eran amigos.
Cuando me despedí, poco antes de los postres, me abrazó frotando sus pechos en mi remera húmeda. El beso fue en la boca, sin abrir los labios, pero en la boca, tampoco puedo decir que fuera un beso verdadero, más bien se trató solo de un roce, pero bueno, así estaban los tantos, era una situación delicada, por un lado estaba mi amigo, a quién no pensaba informarle del hecho. No valía la pena que pasara por un mal rato, teniendo en cuenta la naturaleza de la tanita.  
******
La cita fue para el martes por la noche, y nuevamente oficié de cómplice. En esta ocasión pasé a buscarlo por su casa  para llevarlo a la cena del comité.
Camino al departamento de Ornella me dice:
-Hace algún tiempo que tengo sueños recurrentes con la muerte.-Intenté hablar, me hizo un gesto con las manos para que callara.-Pero anoche pasó algo extraño, cuando la figura de capa y sombrero me tiene a tiro de guadaña, otra sombra salida de las tinieblas la decapita.
¿Y  sabe quién es mi salvador?-No dudé en contestar.
-Ornella.
-Bingo. Hasta aquí no parece ser raro, debido a la situación que estoy viviendo. Pero también pude ver el rostro de la cabeza decapitada.
-Y, ¿quién era?
-Clotilde.
Los bocinazos interrumpieron el diálogo. El semáforo estaba en verde. Apresuradamente puse la primera y partimos con un sacudón. Miré a uno y otro lado tratando de orientarme, por unos segundos no pude precisar dónde estaba. El resto del camino seguimos en silencio.
*****
Arnaldo Zarza.
                                          Continuará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario